martes, 26 de septiembre de 2017


                                          EPISCOPADO INSENSIBLE
En la Argentina del reino del revés, el presidente y sus comensales, libidinalmente atados a la timba financiera, se dedican a tocar el harpa mientras el Titanic se hunde. Un solo grupo de privilegiados me llama la atención: los obispos de la Argentina. A pesar del esfuerzo de Francisco por denunciar a esta “economía que mata”, el episcopado parece no acusar recibo y se muestra agraciado con el gobierno de la oligarquía plutócrata. Mientras tanto, otra Iglesia se la juega en los barrios, entre los desplazados, los ninguneados, los negros que no aprenden nunca a “emprender” algun negocio. Allí donde se pelea el futuro, en el centro neurálgico de la vida amenazada, allí “otra Iglesia también es posible”.
En los tiempos del Neoliberalismo una cosa llama poderosamente la atención: el silencio del Episcopado ante el inhumano despojo de los más débiles de su derecho a la Vida. El sistema no admite contemplaciones, hace estadísticas, descarta, prescinde, suprime, hace caja. Los que hicieron mérito estarán adentro del reino, los que no, que aprendan y sigan participando. Es así que, con el advenimiento del Capital maquillado y la caída del muro de los peligrosos populismos en América Latina, los pobres deberán forjarse una supervivencia a cualquier costo.
Los signos de los tiempos están a la vista: aumento de los ìndices de pobreza, miseria y personas en situación de calle, falta de trabajo, represión, endeudamiento infernal, presos políticos. El país entristeció aún más cuando vimos estupefactos cómo la Gendarmería se llevó a Santiago Maldonado posterior a la terapia oficial de los palos y las balas y cómo su familia lo busca desesperadamente. Su clamor ha llegado a lugares recónditos e impensados. El mundo solidario pide por él.
En la Argentina del reino del revés, el presidente y sus comensales, libidinalmente atados a la timba financiera, se dedican a tocar el harpa mientras el Titanic se hunde. Un solo grupo de privilegiados me llama la atención: los obispos de la Argentina. A pesar del esfuerzo de Francisco por denunciar a esta “economía que mata”, el episcopado parece no acusar recibo y se muestra agraciado con el gobierno de la oligarquía plutócrata.
La corpo de gordos de la Comisión permanente sigue su histórico debate sobre el sexo de los ángeles mientras la pobreza hace cuerpo en el país. Los comedores, albergues y merenderos no dan abasto. Los santuarios se llenan de gente pidiendo apenas una changa para sobrellevar el día. Esta insensibilidad tiene sus orígenes. Los “muy señores” son herederos de la cúpula eclesiástica que necesitó la dictadura para sostenerse. En ese concubinato aceptaron todas las reglas de juego del genocidio, sus métodos, su ocultamiento, sus documentos doctrinarios. “Fue cuando callaron las iglesias” hemos repetido hasta el cansancio dándonos cuenta dolorosamente. Fue cuando ningunearon a las víctimas, parieron la célebre Teoría de los dos demonios, negaron hasta a sus propios hermanos devorados por el sistema y cobraron tranquilamente la propina que Videla les empezó a pagar por sus servicios. Semejante prehistoria los compromete.  La nueva generación ya no se puede decir partícipe directo del genocidio, salvo Casaretto, pero las huellas de sus predecesores nunca fue denostada, ni siquiera criticada.
Los “muy señores” son herederos de la cúpula eclesiástica que necesitó la dictadura para sostenerse. En ese concubinato aceptaron todas las reglas de juego del genocidio, sus métodos, su ocultamiento, sus documentos doctrinarios.
Actualmente, el nuevo cuerpo se siente cómodo con el gorilaje macrista cuya filosofía de nivel escolar no exige grandes presupuestos morales. Casi todos los clones dirigentes son egresados de claustros sagrados. Sus actitudes antievangélicas hacia los más pobres, los trabajadores, los estudiantes, científicos, la familia de Maldonado, no fueron mínimamente puestas en duda.
Esa complicidad es la que nos parece bárbara y siniestra y nos llama a escribir este texto desesperado.¿Es posible que los se jactan de ser profesionales de la Religión silencien las atrocidades de la orgía capitalista? ¿Es posible ver a sus hermanos más pobres clamando al cielo por un trabajo y no ser sensibles a ello?. Hoy ya es muy dificil ocultar estas preguntas en el contexto de una sociedad que aprendió a ser crítica y ya no se entiende “dócil” a la perorata religiosa establecida. La gente quiere comer y sus verdugos se lo impiden. ¡Cómo no entenderla!
Por otro lado, vemos un pasado oscuro regresar. La vicepresidenta Michetti leyendo lecturas bíblicas en un Congreso eucarístico, el tristemente célebre Obispado castrense se recicla con un negacionsita al frente pagado en su totalidad por el Estado, las reuniones del Episcopado paren “perdones” a los genocidas y además los casos de pedofilia llegan a institutos de sordomudos bancados por el gobierno mendocino. No hay duda de que no se puede uno sentir cómodo en este presente. Mientras tanto, otra Iglesia se la juega en los barrios, entre los desplazados, los ninguneados, los negros que no aprenden nunca a “emprender” algun negocio. Allí donde se pelea el futuro, en el centro neurálgico de la vida amenazada, allí “otra Iglesia también es posible”.

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