miércoles, 10 de diciembre de 2014


DERECHOS HUMANOS EN AVELLANEDA
Una fecha como 10 de diciembre merece una reflexión especial. Primero felicitar a todos los que, en silencio, la pelean como pueden, desde abajo, ayudando, solidarizándose, haciendo parte y comprometiéndose. La actual coyuntura política local se ha adueñado del tema y se posiciona como la única palabra. Sesga traccionando hacia los crímenes del pasado en forma de homenaje, levantando monumentos y pintando, pintando mucho. La utilización de los derechos humanos en Avellaneda como simple slogan de campana impresiona por su rayana subestimación de la memoria popular.  Por si hace falta aclararlo, hemos adherido  a la Carta del grupo de curas de la opción de los pobres que exige mayor claridad sobre los crímenes de la dictadura: los que tienen información deben darla, los que tienen archivos deben exponerlos, los capellanes que han torturado no pueden pertenecer a la institución impávidamente. En fin, desde el lugar en que escribimos, no hemos descubierto el tema del pasado con el frio spot de la CEA con las Abuelas. La hemos peleado siempre y hemos sufrido de tremendas persecuciones por causa de ella. Y si hay alguna duda, se puede desarchivar sin problemas. La costumbre de decir que esta crítica hace funcionalidad a la derecha es propia del tilinguismo que hace militancia desde Puerto Madero. Posicionados, entonces, es bueno recordar que la declaración universal sostiene el cuidado de la vida en todas las direcciones, que ha sido una de las conquistas mayores de la humanidad, que nos compele a luchar por un mundo donde se respeten esos derechos y que nos coloca a todos como vigilancia y testimonio de esa vigencia.  En nuestra ciudad, la política es el mayor problema. Nos hace falta salud, educación, comida, vivienda digna, agua potable, defensa ante contingencias, lugares seguros de delincuencia, defensa contra el narcoterror en los barrios y a todas esas opciones se nos suele responder ´estamos trabajando´ . La ignorancia y la mirada pasiva del estado municipal ante esos problemas son claramente violaciones al deber elemental del cuidado de la vida. Su preocupación por el maquillaje de la ciudad, el pintado verde, el clientelismo panegírico, el favoritismo de asociaciones cercanas es una imagen patética de un Estado centralizador que sigue atropellando a cualquier costo. El problema de la Inseguridad es un capítulo aparte, complejo, que el Estado no puede eludir indefinidamente. Avellaneda está llena de víctimas de una violencia inhumana e interminable. Depredadora, atroz, con secuelas a familias a quienes jamás se le regalará un mañana diferente porque sus vidas se han truncado definitivamente con la perdida de sus seres queridos.  El invento de la Poli Municipal es una apuesta al vacío que genera detracciones oportunas. Hace décadas que se quiere controlar una institución que viene corrompida desde su raíz. Será posible que la solución sea local cuando se ha visto su conexión con todos los colores de crímenes en el conurbano? No es una forma de generar más áreas liberadas bajo control de patotas policiales que tendrán mayor impunidad por su poder local en un distrito donde los comisarios abren la puerta de los fiscales como si entraran  a su casa? La gente que dirige esas instituciones armadas es idónea por decreto o han hecho alguna formación acorde? Hay alguien que controle a los poderes en Avellaneda o estamos a la buena de Dios? Lamento incomodar con estas preguntas pero se me ocurren oportunas para un día de los derechos humanos. A toda figura consorte que asiste este mismo triste panorama, y tiene poder, y se enriquece, y no hace nada, es bueno recordarle aquella frase de José Martí que dice: ´asistir mansamente a un crimen es lo mismo que cometerlo