domingo, 19 de enero de 2014

LISTAS



Un acontecimiento bisagra del año ha sido la aparición de las listas de personas peligrosamente “no gratas” de la dictadura. Me excusaré de la palabra “negras” que a cierta prensa racista, oficial o no, le es cómoda. Entiendo que con decir “listas” es suficiente. ¡Lo sabíamos! decían los que, al estilo Eureka gritaban por los pasillos, como si para cualquier tipo de holocausto no fuera necesario de convocar la política macartista, sea tipo “lista de Shindler” para la cámara de gas o sea para excluir de la Vida a cualquier generación por su irrupción no convencional al dedo acusador del stablisment. Muchos alabaron el hallazgo de los papeles que, sospechosamente, la Fuerza aérea entregó justito cuando el nombre del Milani se ventilaba por los tribunales como violador de derechos humanos. Me valgo abusivamente de ese episodio para preguntar si la existencia de “listas” ya no es un problema en la democracia blanca y si jamás los oficialismos utilizan listas para arrollar a sus potenciales enemigos o adversarios. Si no existe la difamación, la calumnia, la censura previa o posterior, la estigmatización, la denigración, la violencia de las patotas, los mercenarios todo-terreno de los barrios humildes, los chupacabras a sueldo. En mi personal hipótesis de que la vida nacional gira alrededor de la tragedia del conurbano, todo lo que se vive allí es ícono en todas direcciones y puede señalar nuestra gran hecatombe moral, paso a relatar. Quisiera contar a los amigos, de mi aparición en “listas” y analizar sus motivos. Verán que tanto su existencia como sus  causas no son tan desconocidas ni tan diferentes a otras debido a la paupérrima consciencia humana de los “ejecutadores de las órdenes” en la Argentina.  A fines del siglo pasado y comienzos del 2000 estuve en la lista de la pacata sociedad de Pilar, un lugar neoliberal que unía ex represores, inquisidores del opus, delatores profesionales, todo abanderados por el Intendente Zúccaro quien personalmente asumió la persecución. Habíamos fundado la Casa de DDHH como una necesidad de denunciar las injusticias calladas por todos. Todos los años presentábamos un Informe sobre la situación que no hacía concesiones de ningún tipo. Revolvimos todos los rincones injustos, redescubrimos la Masacre de Fátima, plantamos pie en los tribunales de la Joda-joda, marcamos una agenda de DDHH donde los alumnos tenían obligación de rechazar la historia reciente, atormentamos a los funcionarios en tiempos de la desnutrición, entre otros inolvidables eventos. El faraón mandaba a sus lacayos a desdecir, a insultar, a denostar, a decir que era lo que no era. Recuerdo la amenaza de muerte después de un acto del 24 de marzo en la plaza de Pilar, recuerdo cuando el Jefe de gabinete reciclable dijo a la prensa que “Luis Dominguez era el nuevo Torquemada” cosa que llenó los titulares locales. Hubo fuego en ambas direcciones y el intendente camaleónico, ahora ya no cristinista, nunca aceptó discutir mano a mano.  En los años 2007-2008 luego de presentar una denuncia por corrupción en un hospital público, el Intendente Otacehé de Merlo decidió deshacerse de su Jefe de Terapia Intensiva, en una inmoral forma de recaudar que no tenía precedentes y que nunca  nadie investigó. No pude seguirle la batalla judicial porque no tuve abogado de Morón que quisiera enfrentar al implacable perseguidor de militantes y periodistas que gobierna Merlo desde 1976! Tampoco, abogados dichos compañeros quisieron “meterse”. Otro; desde hace tres años, el Intendente Ferraresi, un católico confeso, continuó la posta. Descubrimos en Gerli, en medio de una lucha campal con los narcos locales, expulsión del padre Pablo, también marcado por los mismos, y de una inhumana quema de casas a vecinos que se comprometían, que móviles municipales cobraban una “tasa de seguridad” con complicidad del Foro oficialista de Seguridad. Un escándalo tan asombroso como ilegal donde estaban metidos funcionarios, policías, comisarios y algunos vivos innombrables. Reconozco que nunca creí en los que pintaban sus nombres casi delirantemente como rito fascistoide, pero esperé alguna respuesta. Sorprendentemente nunca acusó recibo y el pedido de audiencia sigue esperando desde entonces.
Finalmente, también existen “listas” en la institución eclesial. Tengo que aceptar que nunca fueron simpáticas nuestras críticas a la concentración de poder y al desatinado secuestro de bienes simbólicos que pertenecen al pueblo por manos del clero burgués. Nunca será bien visto anunciar el fin de la opresión y la Teología que dirige mi personal historia anuncia esa Revolución. En fin, estos relatos desordenados, apuntan a la miles de listas que, típica manera de matar a través del ostracismo o la persecución que tiene la leyenda oficial y privada, parónima del capitalismo indulgente.

Recomiendo a los amigos mirarse, ver si no aparecen en alguna lista, ver si su nombre no es descuereado en alguna reunión almidonada, ver si no hay intenciones en contra de su vida. Puedo decirles, con sinceridad que a esta altura, me parece sensato “aparecer” en alguna lista, no será la última vez, ni será sin ruido ni sacudones. Pero, les diré la verdad, por el significado que tiene esta especial pertenencia, ¡hubiera sido tremendo estar del otro lado!.