martes, 4 de agosto de 2015

                           EL EMBRIÓN NO ES UN SER HUMANO




                Siglos de debates nos traen a clarificar algunos elementos que, por cierto, son polémicos pero no pueden seguir nublando nuestro debate como Comunidad religiosa. Cuando a comienzos del siglo XX se pontificaba que “la vida se inicia en la concepción” no existían las herramientas que hoy poseemos para discutir este tema: no había conocimientos sobre la Biología molecular, no había claridad sobre marcadores ni receptores, no se sabía el mecanismo íntimo de la reproducción que recién se clarifica en el modelo doble hélice en la década del 60, no se sabía bien la fisiología de la génesis fetal, menos aún se conocía nada sobre la genética dinámica que hoy muestra singulares progresos. Cuando algunos eticistas plantean que “potencialmente” un embrión es un ser humano lo postulan desde  paradigmas antiguos, aristotélicos, que hoy ya pueden ser superados por grandes maestros de la sospecha y algunos diletantes peligrosos que desde la Teología han intentado hacer un mano a mano con la Ciencia como el célebre y perseguido  Bernard Haering.

                De antemano, hay una distancia enorme entre un embrión fecundado y uno implantado, no sólo en tiempo y espacio sino en características fisiológicas que hacen de este último un verdadero eslabón en la contingencia del origen fetal. A partir de la implantación todo el útero organiza la nutrición y revoluciona la tocofisiología en forma cuasi irreversible. El embrión errante, no implantado, circunvalando territorio, no será nada y, necesariamente será expulsado por los genitales externos. Sin duda, el embrión anidado, es lo que más puede acercarse al paradigma de la Vida mientras el otro no es más que una unión celular fracasada como hay millones en el organismo pluricelular. La Medicina reproductiva nos enseña que solo una minoría llega a implantarse. En ese mismo estado, estaría el embrión implantado en el tubo de ensayo, el famoso in vitro. Es imposible llamarlo o darle características humanas. Nadie dice que esos ensayos no tengan un código de ética. Esto es imprescindible y es el ABC de cualquier experimentador por lo que está fuera de discusión en términos científicos. El debate es a qué llamamos Vida. Pues bien, para mi universo teológico filosófico el embrión de ensayo no puede llamarse Vida bajo ningún concepto. Por lo tanto, debería ser utilizado para ser pesquisado, usado en investigación  para ver indicios de enfermedades genéticas, congelado, rebanado y, para mucha ciencia avesada, podría ser cultivada para generar nuevas células donde hay tejido muerto. Los manuales de Catequesis tradicional suelen ser dogmáticos en este sentido. Pero, a mi modo de ver, llamar Persona a una célula es tan inconsistente como llamar Dios a una hoja llena de clorofila.
                   En la Argentina, se renovó este debate ante el advenimiento de nuestro nuevo Código Civil hoy plenamente vigente.
                   El inicio de la Vida es un debate fascinante. ¿Cuándo realmente podemos decir que estamos en el camino de una persona y sin retorno, y no pecar de obtusos ni tampoco ser condenado en el confesionario del cura del barrio?. Evidentemente la vida comienza en el “seno materno” como siempre lo hemos sabido,  por lo tanto no podemos tener, inhibiciones con todo lo que acontece en la topografía extrauterina aunque será necesario legislar para que haya claridad en la experimentación necesaria.  En cuanto a Derecho se discute sobre el mismo tema:  las legislaciones más rígidas, como la británica, toman, como criterio para definir el comienzo de la vida humana, el mismo que se toma para definir su final, es decir, la presencia o no de actividad cerebral: cuando cesa la actividad cerebral, se considera que la persona está muerta; en el caso del embrión, el inicio del sistema nervioso tiene lugar en el día 14. Tomando esos momentos paradigmáticos, podríamos volver a algunas discusiones que obsesionaron a nuestros filósofos y teólogos:
                La animación:  Negamos el preexistencilismo platónico que acuñaba la existencia previa del alma antes de ser infundida en el cuerpo.  Negamos lo que siglos más tarde, San Agustín propondría: el alma es engendrada por el padre al mismo tiempo que el cuerpo, o la animación simultánea con el cuerpo propuesta por Alberto Magno. Un poco más interesante es lo que concluyera  Tomás de Aquino, que la animación es sucesiva y tardía a la formación del cuerpo de cada ser humano. Estos conceptos, expuestos en su Summa teologica, predominaron en los siglos posteriores. Fue recién en el siglo XX cuando los documentos pontificios impusieron que el alma de cada ser humano es creada por Dios e infundida en su cuerpo, ya sea en la misma concepción o en el estado embrionario. Este argumento y los posteriores tomados por Pio XII ensamblaron este tema con la lucha contra el aborto cuando entendemos es una manera de direccionar un tema ampliamente controvertido. La animación se podría definir como el momento en que “el alma toma domicilio en el cuerpo”, cuando el sistema nervioso empieza a vibrar porque sus neurotransmisores comienzan a comunicar, cuando comienzan a surgir las ondas cerebrales que informan como un radar que algo ha comenzado a “moverse” en el mundo. Antes de eso hay un evidente silencio fisiológico que no puede ser confundida con la cadena embriológica en cascada que lleva a tal momento.
                  La manipulación celular o pluricelular jamás puede ser condenada. Esa filosofía llamada naturalista, no reconoce siquiera la ciencia, actividad no dogmática y arreligiosa por excelencia. Diría Bruno en la Hoguera “en el fondo, ustedes saben que la idea, es intangible, eterna, divina, inmaterial”. Querer enfrentar la Ciencia y la fe nos retorna a etapas jurásicas que retrogradan a la propia religión a manuales que nadie se animaba a vivir. Si negáramos los bienes que nos traen las maniobras de las células totipotenciales estamos negando a futuro la posibilidad de reproducir tejido sano donde los tejidos han desarrollado lesiones irreversibles. Tal estupidez desde ese enfoque debería negar el trasplante de órganos ya que se manipulan tejidos en forma tremendamente invasiva.

                El biologismo en la Iglesia Católica: El genetista francés Jerome Lejeune en 1959 descubrió que el Síndrome de Down, la trisomía del par 21, se originaba en la concepción, cuando se redistribuían los cromosomas maternos y paternos. Él preconizaba que ya era un enfermo en el momento de la concepción, observando que su genoma nuevo traía la información de esa enfermedad. En esto se basó para impulsar en 1973 la Declaración de los Médicos de Francia contra el aborto legal. "En todo momento de su desarrollo el fruto de la concepción es un ser viviente, esencialmente distinto del organismo que lo acoge y lo nutre", expresaba en aquel momento. Al revisar el problema del momento de la animación, Lejeune demostró que las hipótesis de San Agustín y de Alberto Magno, que el alma se inserta en el nuevo cuerpo viviente en el momento de la concepción tenían una base científica. Postulaba, si un embrión está enfermo en el momento de su concepción debe ya tener una alma. Por tanto la animación debe ser instantánea, conjuntamente con la formación del cuerpo. Estas ideas contra el aborto fueron captadas por el Vaticano en su Declaración de 1974 sobre el aborto provocado. Sin embargo, en esa fecha Roma no se pronunció sobre el momento de la animación y dejó la controversia secular sin respuesta. Recién en 1994, la Iglesia acepta la animación espontánea, como respuesta apologética ante los debates sobre el aborto que acontecían por todos lados y basado en la experimentación mendeliana que estatuye que todo ser humano estructura su genoma en el periodo de la fecundación. Este verdadero dogma científico (sic) dio los argumentos a la Teología para cerrar  el debate sobre el inicio de la Vida. Sin embargo, a nuestro parecer, ese biologismo exagerado, una especie de naturalismo molecular, es la contracara de las fecundas reflexiones sobre la Vida misma. El genoma no es la vida ni por acaso. Es información sobre la futura persona que se codifica en complejas uniones de bases nitrogenadas. Podrá ser uno de los principios de la Biología Molecular pero me gusta pensar en todas las posibilidades: Podría ser el origen del feto, podría ser expulsado por ineficiente, podría ser guardado bajo ciertas condiciones o podría generar nuevos tejidos en brillantes investigaciones. Si pensamos en el embrión-fecundado-anidado-nutrido y formando tejido nervioso, recién podríamos hablar de Vida, chispeante, movilizante, fantásticamente armada, y ya habremos superado el secuestro científico de este tema que ha hecho la Biología y la Teología Conservadora.