viernes, 23 de agosto de 2013

LEY DE FERTILIZACIÓN ASISTIDA


El documento emitido por la cúpula de la Iglesia acerca del advenimiento de la “ley de reproducción asistida” incurre en errores y falacias insoportables. No es raro ver a los obispos asépticos a los grandes debates sociales, es demasiado frecuente verlos opinando sobre sexualidad, familia, rechazando la diversidad de género y previendo el apocalipsis en temas vinculados a los derechos de salud reproductiva. Les salta la ficha de la ideología conservador
a que pontifica la “ley natural” por sobre todos los descubrimientos y avances en Biología molecular y Bioética.
La “ley de acceso integral a la reproducción medicamente asistida” viene a llenar un vacío del sistema que discriminaba seriamente a las familias infértiles a vivir su destierro en soledad. Es nada más y nada menos que eso. Puede que avance a la producción de hijos en familias “no convencionales” y eso solo puede alegrarme porque, entiendo, hace tiempo que no existe en la sociedad la familia puritana, estirada, de plástico, que usa método Billings y que se baña vestida para no excitarse. Hay múltiples formas de familia, un montón de maneras de construirse en comunión, de enlazarse para crecer, algunas atravesaron los prejuicios en forma heroica y siguen caminando. Si faltan a los mandamientos o no es un problema de mis amigos teólogos. A mí me preocupa que tengan un lugar aquí en la tierra y una posibilidad de amarse libremente.
La expresión de los obispos “La trasmisión de la vida humana goza de tal dignidad que no puede estar sometida a parámetros técnicos” es un galimatías que coloca en palabras retorcidas la deuda eterna de sentarse a dialogar con la ciencia. La ciencia se plantea métodos, experimentos, ensayos-errores, etc, todo eso es parte de su esencia, no busca dogmatizar y cuando lo hace deja de ser ciencia. Hace un par de años me senté a debatir en un congreso con un médico que había sido “engendrado” in vitro. Socorronamente, el joven recordaba cuantos criticaron su “venida al mundo” y cuántos lo mostraron como signos del fin del mundo. “Parámetros técnicos” se utilizan todos los días en las salas de salud, donde hay quimioterapia-rayos, formas cada vez más sofisticadas de comunicación de lesionados cerebralmente, miles de abordajes nanoterapéuticos, microcirugías de todo tipo… Cuesta creer que no contribuyan a la dignidad humana.
La crítica a la llamada manipulación embrionaria merece algunas palabras. En la ley hay indicios de favorecer a la conservación de ellos. El debate no es nuevo ya que la Iglesia viene rechazando su utilización experimental así como las de las Stem cell. Sin embargo, es bueno decir que no existe “el embrión” como expresión única. Los embriones preimplantatorios son totalmente diferentes como entidad a los embriones anidados, lo que plantea múltiples aristas interesantes para favorecer el uso de estos en la experimentación y en la terapéutica. Hay que recordar que gran parte de las esperanzas en devolver la salud de tejidos muertos en el cuerpo depende de estas células totipotenciales que pueden diferenciarse increíblemente. En algunos humildes centros del Hospital público bonaerense se reconstituyen células del miocardio con este método devolviendo calidad de vida a muchos de los más pobres. Me cuesta también creer que sean prácticas antiéticas. Los que se someten a estos ensayos y los que los asisten están cargados de una dignidad que los obispos no serían capaces de entender nunca.
Finalmente, nos debemos el debate sobre el inicio de la vida. Juan Pablo II se había enamorado de las ideas del genetista derechoso Jerome Lejeune que lo instruyó en el biologismo más rancio y lo empujó a cerrar todo debate. Después de tanto avance la llamada concepción es mucho más que una palabra unida a un dogma, es una serie de reacciones concatenadas que terminan en la implantación del embrión, paso que inicia el más extraordinario de los eventos.
Una Iglesia que silencia a las monjas estadounidenses, algunas de ellas célebres bioeticistas, que dice entender sobre estos temas mientras se dejan aconsejar por la Asociación de médicos católicos que jamás pisó un hospital público, que promueve engendros como las organizaciones fundamentalistas pro vida y tantos oscuros deslices, me impresiona está lejos de entender la novedad de la Vida que se esconde en tanta diversidad. Lamento, para mí es muy buena noticia.