viernes, 22 de abril de 2016

LO CATÓLICOS QUE NOS GOBIERNAN

Sorpresivamente este año nos despertamos viendo que al gobierno habían llegado las huestes de egresados del Cardenal Newman, de la UCA, del Austral, del Champagnat, del Salvador y otras instituciones de  matrícula de destacados, aulas de primer nivel nunca ausentes en la formación de cuadros de elite.  Frigerio, Dietrich, Prat Gay, Marcos Peña, Laura Alonso, Castelli, La Pitonisa Carrió, el propio Macri, solo para nombrar la primera línea. La cultura católica insuflada en aquellos entes instauradores desnuda la hipocresía de una clase que utiliza la religión como médula doctrinaria para garrotear a los pobres. No hace falta hacer historia para encontrar numerosos ejemplos de personajes de la farándula política con los mismos bagajes e instituciones con los mismos ejes antirrepublicanos. Estos tuvieron su momento de éxtasis en las crisis de devastación de lo popular: la década infame, la revolución libertadora, la dictadura genocida del 76 y en tantos momentos cuando pudieron aflorar su religare al dios de la fortuna.  Semejante Banda de creyentes piadosos, al pensar de cualquier transeúnte distraído, nos traería el mismísimo Reino de Dios en cómodas cuotas. Pero no, la historia es otra, los modelos no son los evangélicos y los títulos con cruces no significan nada (o significan lo contrario) de la defensa de la dignidad humana.
Los “cruzados” aparecen por miles y se sienten a gusto cuando algo de “orden” se pone en la vida de la Nación.  La mayoría forma parte y se suma a la estrategia hegemónica de la clase dominante. Ésta tiene todo el universo material y simbólico a sus pies para ampliar, profundizar y consolidar el dominio que ejerce a punta de pistola sobre el pueblo indefenso. En esa estrategia es fundamental la utilización de la religión como factor para influir sobre la población y favorecer su instauración. Son militantes de una “gracia” particular, privilegiada, selectiva, superior, afortunada, que tendrán la tarea de la producción de prácticas y discursos que legitimen, sacralicen y sostengan el modelo de opresión. En sus speechs, sostienen que fuerzas sobrenaturales confirman a diario la realidad y execran, censuran e imprecan los modelos populares porque estos conspiran y amenazan su posición dominante. En pocas palabras, hablan y actúan así porque son herederos puros de la dominación, son el poder real y sus estandartes muestran la pertenencia distintiva a su religión burguesa inmaculada y excluyente. No son grandes practicantes, son más bien adictos al new age y a gurúes consoladores, pero sus palabras y maldiciones muestran sus vetas de predicadores políticos bajo un manto de sensiblería insípida y desnudan sus reprobaciones inflexibles contra quienes no cumplen con su moral inquebrantable.
Las actitudes más antievangélicas hacia los trabajadores y los más pobres las hemos visto en estos 4 meses:  Despedir era la lógica del modelo que defienden pero despedir humillando, degradando, avergonzando, muestra un rostro repugnante;  Hemos visto la elevación sacral del Mercado por encima de la Vida, del trabajo y de la dignidad humana; Los tarifazos disparados hacia los hogares más humildes y desprotegidos sin piedad; el celo por el modelo se ha llevado dos vidas que se encontraron con sus recibos de sueldo famélicos de un día para otro; La actitud despectiva de llamar “grasa” a quienes también son sus hermanos;  el desprecio por planes de vivienda, becas de estudiantes, planes maternales, flagran su desprecio a la vida más amenazada. ¿Son lógicas posibles para una persona que dice abrazar una Fe que tiene su impronta en el “amor al prójimo”?  No, sin duda estamos gobernados por católicos “off shore” que hicieron de la Fe una letra comercial y que nunca podríamos llamar de cristianos.
Una crítica no menor se debe a las instituciones católicas. Sorprende mirar con estas orfebrerías de formación de dictadores, especuladores, autoritarios de diverso pelaje, estafadores, usureros, pillos enriquecidos de la plata de los pobres, patrones del desfalco y la evasión impositiva, ahorristas que esconden su dinero donde se guarecen economías de guerras y fratricidios.  Cuanta doctrina pseudorreligiosa de seguridad nacional haya crecido se ha caracterizado por el desprecio del otro y se ha debatido en las aulas donde se formaron estos cátaros intransigentes que siempre tienen la oportunidad histórica de salir del clóset de la Intolerancia y mandar “matar a su hermano”. Definitivamente, esos criaderos de fariseos no tienen nada que ver con Jesús de Nazareth. Tampoco las agrupaciones de laicos de discursos angelados, presuntamente despolitizados, clerifílicos, deshistorizados y narcotizantes. Suelen abrazar la misma derecha y despreciar lo popular aún cuando sus líderes hayan salido de las mismas bocas del lobo que persiguen inhumanamente. La UCA de Puerto Madero debería cerrarse y ofrecerse como museo. Allí veríamos el pasado. El tiempo en que los cristianos corrompieron sus principios más auténticos. El tiempo en que el Templo se dedicó a educar cambistas y mercenarios. Cerrarse como una fábrica cierra cuando su producción es decadente. Y volver a abrirse como Escuela, humilde y generosa donde cristianos y no cristianos puedan compartir otros liderazgos sin perifollos, con autenticidad evangélica y autores proféticos de  tiempos nuevos.


martes, 1 de marzo de 2016

                                                   



                                                         ¡BAJEN LAS ARMAS!

El grito de Pocho Leprati vuelve a escucharse como una pesadilla. Esas dolorosas palabras, las últimas de este guerrero inmortal, se escuchan a ritmo de cumbia en nuestros barrios celebrando que Dios siempre manda angelitos alados en bicicleta a socorrer a sus hijos más desprotegidos. Nadie olvida que ese episodio aconteció en ese momento bisagra de la guerra del 19-20 de diciembre del 2001, una Argentina demolida a golpes por el Neoliberalismo de las bestias.
El gobierno de globos amarillos y choluloanestésico de Mauricio Macri, arrasó en 50 días con los pocos derechos conquistados por este pueblo sufrido y va por más. No es una casualidad que las fuerzas de seguridad que nunca fueron democratizadas disparen a mansalva contra pibes de una murga de la villa 1-11-14. No es difícil azuzarlos, los milicos de azul verde o amarillo, se soban rápido con los más pobres. Macri, con sus fuerzas parapoliciales porteñas persiguió a los hermanos en situación de calle hasta cansarse cuando era Jefe de gobierno de la Ciudad. Un par de causas judiciales demuestran su inhumana osamenta. Degradante de la especie sapiens en toda su magnitud. “La revolución de la alegría” de los banqueros y los ricos mandó reprimir a los pibes de un barrio populoso del Bajo Flores mientras preparaban los festejos de una de sus pocas alegrías. Las murgas de carnaval, desde hace algunos años, volvieron a ser una expresión barullenta del pobrerío que muestra con sus luces propias, la impronta festiva de sus castigados cuerpos. Los mercenarios dispararon sin piedad, las Balas de gomas lastimaron a muchos pibes y grandes que fueron hospitalizados en medio del griterío insensato del Goliat reprimiendo a David. Todos sabemos que para reprimir no hace falta una razón. No es exactamente la razón que acompaña a esto actos despiadados de mesnaderos mandados por la célebre ministra reducidora de salarios de trabajadores y super especialista Estrella en Seguridad. En esta nueva guerra los pobres, los insanos del Borda, los sin techo, los cada día más grande lista de hermanos sin laburo, los pibes, están a la buena de Dios ante el silencio insolente de aquellos que tienen más poder para detener esta locura.
Que estos insensatos hagan razzias tirando para todos lados con la excusa de descargar sus armas en gente que no tiene derecho, que las balas de goma tiren sobre indefensos chicos buscadores de su propia alegría, que funcionarios de diente voraces celebren que con esas balas se atacó a la narco-murga infantil, que el silencio de referentes sociales, políticos y religiosos se haga cómplice del nuevo genocidio de la cúpula panquequera, no es tan siniestro como ver las palmas de las manos de la egoísta clase media que sigue aplaudiendo mientras el país se transforma, cada día más, en un circo romano. Eso incluye al mamarracho de los Jerarcas de la Iglesia, que no son más que individuos desclasados que no se reconocen en sus hermanos pobres. 
Sufro, amigos, de Coulrofobia. Es el miedo irracional a los payasos. Mi miedo es que nos acostumbremos a las gansadas de Macri y amantes políticos ridiculizando a la Pachamama desde sus cómodos barrios privados. Pero mi esperanza está en que, la cara injuriada de estos chicos, guarde en la memoria estos actos desgraciados, y nos iluminen, no se cansen de enseñarnos, que otro carnaval siempre será posible.