lunes, 23 de septiembre de 2013


                                               
GRASSI

Nuevamente el  reality show de la saga Grassi vuelve a la carga. A esta altura, todos hemos descubierto lo que ya sabíamos: que la Justicia nunca es neutra en la Argentina, que los poderosos nunca van presos, que algunos sectores de poder de la Iglesia argentina siguen protegiendo a los pedófilos, y que los cristianos tenemos que estar sometidos a estos escándalos sin opción a réplica. Para algunos, adentro y afuera de la Iglesia, nada ha cambiado.
Llevamos varios años de condena de este delincuente sexual. Ahora la condena fue ratificada por la Corte Provincial. Cualquier pobre vecino estaría encerrado en Sierra Chica esperando algún recurso que nunca llegaría. Inclusive no hay precedentes de semejante “tolerancia” para usar un eufemismo que no genere náusea.
¿ A qué se debe toda esta payasada?
Grassi pertenece al último bastión de producto de los 90, el último velocirraptor de la época de los excesos impunes. Se enriqueció con plata del Estado,  Cavallo y Menen eran directos propiciadores de su Obra, adquirió fama utilizando a los pobres en programas de tv donde adquirió formas y gestos típicos de los grandes celebrities, no hubo lugar de supermercado, shoppings, peaje, programas cholulos, donde no se recaudara para la famosa Fundación. Esa institución de barrotes colocada en el barrio de mi infancia que no tuvo estudio de impacto ambiental humano previo, sostenía  que a los pibes había que sacarlos de la calle para “detenerlos” y abusar de ellos. Una discusión pendiente en la Argentina, sobre lo hay que hacer para que,  los pibes mismos decidan que es , de verdad para ellos, “ser felices”. Cuando la denuncia llegó a tribunales, fue tratado como parte de la Corte burguesa, se llenó de supergarantías insólitas para el tipo de delito que se debatía. Recurrió, chicaneó, pataleó y fue tratado con esa “fascinación de los perversos” que tanto se debate en el campo de la Criminología. Pagó a los más caros abogados del país, algunos célebres penalistas siempre dispuestos a embarrar todo campo a cualquier costo. Pudo ufanarse degradando a las víctimas a quienes nadie cuidó y quienes fueron doblemente abusados por la propia sociedad hipócrita y acartonada. Por paradoja de la vida, también se estaría debatiendo su libertad por ese ego gigantesco  que no controló la lengua en los medios y no por el crimen mismo.
Desde el Estado, se falló por todos lados. La Secretaría del Menor de la Provincia había prohibido su ingreso a la Fundación, también lo hizo el poder judicial, desde ese engendro que se llama Familia judicial de Morón tan vulnerable a padrinazgos y amigovios. Pero nadie tomó en cuenta esa mentirita. Se ubicó justo en frente de la fundación y nadie quiso proteger a las otros menores, todos judicializados.
Desde la Iglesia, el apoyo que tiene es, aún  más insoportable. Está claro que contabilizar las víctimas y fustigar diciendo que son pocas es más parecido a un chiste de Tinelli que la declaración de una institución seria. Lamento que me salte la ficha pero, mi formación profesional me dice, sólo se acepta y defiende a un pedófilo cuando se concibe posible y se tiene estructuras psicológicas muy parecidas. Si no, cómo se podría sostener como normal a semejante psicópata.  El dilema que se debate en toda la Iglesia, sobre serios crímenes que han desangrado a la institución por todos lados parece no haber llegado a la pulcra argentina. “No hay lugar en la Iglesia” decía Juan Pablo II para quien haya escandalizado a niños y jóvenes. La “Tolerancia Cero” que había sido marcada como rumbo y norma parece haberse fraguado probablemente porque, se cree, a priori, Grassi tendría la connivencia del Papa Francisco. Yo no estaría tan seguro pero, cualquiera sea la causa de apoyo es , para mí, una falla gravísima, un verdadero “valor agregado”al propio crimen y una mirada inhumana e insensible a las víctimas.
Finalmente, hay un ocaso posible para todas estas historias. Ya no son tantos los abogados, ya no son tantos los funcionarios, se fueron los amigos de la tele, en las Comunidades donde se aceptaba apaciblemente el rostro trabajado plásticamente del cura ya no es tanto, ya no hay mecenas del gobierno. Quiero creer, algo tiene que estar cambiado en la Argentina.

Seguramente esta historia continuará….

viernes, 23 de agosto de 2013

LEY DE FERTILIZACIÓN ASISTIDA


El documento emitido por la cúpula de la Iglesia acerca del advenimiento de la “ley de reproducción asistida” incurre en errores y falacias insoportables. No es raro ver a los obispos asépticos a los grandes debates sociales, es demasiado frecuente verlos opinando sobre sexualidad, familia, rechazando la diversidad de género y previendo el apocalipsis en temas vinculados a los derechos de salud reproductiva. Les salta la ficha de la ideología conservador
a que pontifica la “ley natural” por sobre todos los descubrimientos y avances en Biología molecular y Bioética.
La “ley de acceso integral a la reproducción medicamente asistida” viene a llenar un vacío del sistema que discriminaba seriamente a las familias infértiles a vivir su destierro en soledad. Es nada más y nada menos que eso. Puede que avance a la producción de hijos en familias “no convencionales” y eso solo puede alegrarme porque, entiendo, hace tiempo que no existe en la sociedad la familia puritana, estirada, de plástico, que usa método Billings y que se baña vestida para no excitarse. Hay múltiples formas de familia, un montón de maneras de construirse en comunión, de enlazarse para crecer, algunas atravesaron los prejuicios en forma heroica y siguen caminando. Si faltan a los mandamientos o no es un problema de mis amigos teólogos. A mí me preocupa que tengan un lugar aquí en la tierra y una posibilidad de amarse libremente.
La expresión de los obispos “La trasmisión de la vida humana goza de tal dignidad que no puede estar sometida a parámetros técnicos” es un galimatías que coloca en palabras retorcidas la deuda eterna de sentarse a dialogar con la ciencia. La ciencia se plantea métodos, experimentos, ensayos-errores, etc, todo eso es parte de su esencia, no busca dogmatizar y cuando lo hace deja de ser ciencia. Hace un par de años me senté a debatir en un congreso con un médico que había sido “engendrado” in vitro. Socorronamente, el joven recordaba cuantos criticaron su “venida al mundo” y cuántos lo mostraron como signos del fin del mundo. “Parámetros técnicos” se utilizan todos los días en las salas de salud, donde hay quimioterapia-rayos, formas cada vez más sofisticadas de comunicación de lesionados cerebralmente, miles de abordajes nanoterapéuticos, microcirugías de todo tipo… Cuesta creer que no contribuyan a la dignidad humana.
La crítica a la llamada manipulación embrionaria merece algunas palabras. En la ley hay indicios de favorecer a la conservación de ellos. El debate no es nuevo ya que la Iglesia viene rechazando su utilización experimental así como las de las Stem cell. Sin embargo, es bueno decir que no existe “el embrión” como expresión única. Los embriones preimplantatorios son totalmente diferentes como entidad a los embriones anidados, lo que plantea múltiples aristas interesantes para favorecer el uso de estos en la experimentación y en la terapéutica. Hay que recordar que gran parte de las esperanzas en devolver la salud de tejidos muertos en el cuerpo depende de estas células totipotenciales que pueden diferenciarse increíblemente. En algunos humildes centros del Hospital público bonaerense se reconstituyen células del miocardio con este método devolviendo calidad de vida a muchos de los más pobres. Me cuesta también creer que sean prácticas antiéticas. Los que se someten a estos ensayos y los que los asisten están cargados de una dignidad que los obispos no serían capaces de entender nunca.
Finalmente, nos debemos el debate sobre el inicio de la vida. Juan Pablo II se había enamorado de las ideas del genetista derechoso Jerome Lejeune que lo instruyó en el biologismo más rancio y lo empujó a cerrar todo debate. Después de tanto avance la llamada concepción es mucho más que una palabra unida a un dogma, es una serie de reacciones concatenadas que terminan en la implantación del embrión, paso que inicia el más extraordinario de los eventos.
Una Iglesia que silencia a las monjas estadounidenses, algunas de ellas célebres bioeticistas, que dice entender sobre estos temas mientras se dejan aconsejar por la Asociación de médicos católicos que jamás pisó un hospital público, que promueve engendros como las organizaciones fundamentalistas pro vida y tantos oscuros deslices, me impresiona está lejos de entender la novedad de la Vida que se esconde en tanta diversidad. Lamento, para mí es muy buena noticia.