miércoles, 17 de octubre de 2018

                                                     Carta  al Juez Carzoglio

Hubo un día en que apareció en las cámaras de televisión y ese día será inolvidable. En ese momento, pude detenerme a observarlo, a escucharlo atentamente y quedar absorto. Sus palabras sonaron contundentes y no ocultaron un clamor a todos los ciudadanos, a hombres y mujeres de buena voluntad que quieren una patria justa, que confían en la Justicia, que batallan día a día buscando un mundo nuevo. Sus palabras rieladas no ocultan sus horas dramàticas pero inspiran a un llamado universal. Tuve la alegría de conocerlo en tiempos difíciles, pude escuchar consejos muy sabios y lo vi explicar en palabras sencillas a la gente humilde sobre el acceso a lo judiciable. Me apoyó en la lucha contra las mafias policiales, aquellas manos de obras extorsivas que intimidan fiscales y jueces y siempre parecen favorecidos en cualquier gobierno; me ayudó cuando las víctimas de mi Comunidad asediadas por diferentes noxas sociales buscaban ayuda; lo vi creando puentes cuando muchos pobres eran ninguneados por funcionarios judiciales simplemente por no tener recursos para pagar a un abogado; lo conocí sensible a la orfandad del mundo joven siempre perdido en el túnel del tiempo de las incomprensiones; fue comprensivo cuando le dije que desde los barrios más marginados de Avellaneda y de nuestro país la realidad se veía diferente. En fin, ese hombre cercano y amigo, aparecía gritando como Dostoieski que "la ignorancia debe desterrarse" y explicando la seriedad de los actos que son de su competencia. Sabemos que se ganará enemigos. Estará en una lista sin ninguna duda. Pero quiero que sepa que necesitábamos tanto de alguien que no signara su destino, y el nuestro, con el chantaje de los carpetazos, devolviendo el hálito a muchos que ya no creían más en el poder judicial. La liviandad con que se utiliza el instituto de la prisión preventiva y el descarte a priori de la presunción de inocencia son temas que nos atañen a todos. Si esto acontece con personas con tanta repercusión mediática, imagínese qué no pasará en el mundo de los más pobres que claman Justicia. La manipulación por los medios genera un alto impacto convirtiendo simples expedientes en verdaderas bombas radioactivas y la actitud antiética de algunos jueces y fiscales inaugura un tiempo siniestro de escándalo y desverguenza. ¡Y ni siquiera se salva la Corte! Los cristianos solemos hacer pie en la Historia de un pueblo que nace cuando José es vendido por sus hermanos (Gn 37, 1-28). Ese acto llevó a José y a su pueblo a siglos de esclavitud, rememorados permanentemente como su gran tragedia. De esa lección entendemos que los actos nos comprometen y siempre marcan el futuro. Celebro hoy su entrega generosa y su actitud de valentía. Cuente siempre con este pueblo que está del otro lado de la historia...