martes, 1 de marzo de 2016

                                                   



                                                         ¡BAJEN LAS ARMAS!

El grito de Pocho Leprati vuelve a escucharse como una pesadilla. Esas dolorosas palabras, las últimas de este guerrero inmortal, se escuchan a ritmo de cumbia en nuestros barrios celebrando que Dios siempre manda angelitos alados en bicicleta a socorrer a sus hijos más desprotegidos. Nadie olvida que ese episodio aconteció en ese momento bisagra de la guerra del 19-20 de diciembre del 2001, una Argentina demolida a golpes por el Neoliberalismo de las bestias.
El gobierno de globos amarillos y choluloanestésico de Mauricio Macri, arrasó en 50 días con los pocos derechos conquistados por este pueblo sufrido y va por más. No es una casualidad que las fuerzas de seguridad que nunca fueron democratizadas disparen a mansalva contra pibes de una murga de la villa 1-11-14. No es difícil azuzarlos, los milicos de azul verde o amarillo, se soban rápido con los más pobres. Macri, con sus fuerzas parapoliciales porteñas persiguió a los hermanos en situación de calle hasta cansarse cuando era Jefe de gobierno de la Ciudad. Un par de causas judiciales demuestran su inhumana osamenta. Degradante de la especie sapiens en toda su magnitud. “La revolución de la alegría” de los banqueros y los ricos mandó reprimir a los pibes de un barrio populoso del Bajo Flores mientras preparaban los festejos de una de sus pocas alegrías. Las murgas de carnaval, desde hace algunos años, volvieron a ser una expresión barullenta del pobrerío que muestra con sus luces propias, la impronta festiva de sus castigados cuerpos. Los mercenarios dispararon sin piedad, las Balas de gomas lastimaron a muchos pibes y grandes que fueron hospitalizados en medio del griterío insensato del Goliat reprimiendo a David. Todos sabemos que para reprimir no hace falta una razón. No es exactamente la razón que acompaña a esto actos despiadados de mesnaderos mandados por la célebre ministra reducidora de salarios de trabajadores y super especialista Estrella en Seguridad. En esta nueva guerra los pobres, los insanos del Borda, los sin techo, los cada día más grande lista de hermanos sin laburo, los pibes, están a la buena de Dios ante el silencio insolente de aquellos que tienen más poder para detener esta locura.
Que estos insensatos hagan razzias tirando para todos lados con la excusa de descargar sus armas en gente que no tiene derecho, que las balas de goma tiren sobre indefensos chicos buscadores de su propia alegría, que funcionarios de diente voraces celebren que con esas balas se atacó a la narco-murga infantil, que el silencio de referentes sociales, políticos y religiosos se haga cómplice del nuevo genocidio de la cúpula panquequera, no es tan siniestro como ver las palmas de las manos de la egoísta clase media que sigue aplaudiendo mientras el país se transforma, cada día más, en un circo romano. Eso incluye al mamarracho de los Jerarcas de la Iglesia, que no son más que individuos desclasados que no se reconocen en sus hermanos pobres. 
Sufro, amigos, de Coulrofobia. Es el miedo irracional a los payasos. Mi miedo es que nos acostumbremos a las gansadas de Macri y amantes políticos ridiculizando a la Pachamama desde sus cómodos barrios privados. Pero mi esperanza está en que, la cara injuriada de estos chicos, guarde en la memoria estos actos desgraciados, y nos iluminen, no se cansen de enseñarnos, que otro carnaval siempre será posible.